Akhenaton, el rey hereje by Naguib Mahfuz

Akhenaton, el rey hereje by Naguib Mahfuz

autor:Naguib Mahfuz [Mahfuz, Naguib]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2010-11-30T19:10:54+00:00


TIY

La mujer del sabio Ay, de unos setenta años de edad, cuerpo pequeño, excelente salud para su edad, buena presencia. Ay se casó con ella a raíz de la muerte de su primera mujer la madre de Nefertiti. Tiy la conoció cuando ésta tenía apenas uno o dos años. Posteriormente tuvo a Mur—Najmat. Cuando la fortuna llevó a Nefertiti al trono, ésta la eligió de entre su séquito y le otorgó el rango de nodriza real. No lo hubiera hecho de no haberla tenido en alta estima, y eso era así porque Tiy siempre le otorgó sus cuidados y su amor y nunca fue la »esposa del padre » en el sentido habitual de la expresión.

Le conté los conocimientos que ya había obtenido sobre los hechos históricos, y le dije:

— No hay necesidad de repetir nada: si es que no tienes nada que añadir o corregir, no hace falta que perdamos tiempo.

Tiy me respondió:

— No traté mucho al rey a pesar de mi parentesco con su esposa, quizá no nos hablamos más que unas pocas veces, y sin embargo jamás olvidaré su dulzura. Supimos mucho sobre él desde lejos, a través de las palabras de mi marido Ay, quien fue elegido para ser su preceptor. Nos desconcertaron sus opiniones sobre Amón y su inclinación hacia Atón, y mucho más nos desconcertaron los rumores sobre la revelación del dios único. La verdad es que las sorprendidas fuimos yo y mi hija Mut-Najmat; en cuando a mi querida Nefertiti, tenía otro punto de vista. Sin embargo, en primer lugar debo hablarte de ella: era una muchacha inteligente, dotada de un espíritu fuerte, amante de la belleza y enamorada de los secretos de la religión. Su madurez era muy superior a la que su edad hacía presumir, hasta el punto de que un día le dije a mi marido Ay:

»— ¡Me parece que tu hija va a ser sacerdotisa!

»Entre ella y su hermana Mut-Najmat se producían las discusiones y disputas habituales entre hermanas, pero la verdad estaba siempre de su parte, no recuerdo que ella se equivocara una sola vez. Trataba a su hermana como un adulto trataría a un chico. Sobresalía tanto en sus estudios que me hacía temer una reacción irreparable por parte de mi hija. Empezó a recibir las enseñanzas del heredero con admiración, y a inclinarse, junto a él, hacia Atón. Pronto nos sorprendió anunciando su fe en el dios único.

»Mut-Najmat le dijo:

»— Es un infiel.

»Dijo con seguridad:

»— Ha escuchado la voz de dios.

»Le gritó:

»— ¡Tu también eres una infiel!

»Su voz era dulce, a menudo nos alegraba oírla cantar:



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